Yo digo que el asunto es un problema de horario. A las nueve alguien espera que sea yo una ejecutiva, más que presentable, perfecta ¹. Otro, a las once, querrá tratarme como si fuera yo una colegiala. Primero debo ser una digna representante para ser escuchada. Luego, bajarme de esa nube, entregar mi ridiculum ² y dejarme ser instruida en la teoría del hilo negro. Del primer caso lo que me preocupa es que a las nueve, yo no sirvo para nada: soy de bulbos y a esa hora, la neurona aún no calienta. Del segundo, mi impaciencia, mi locuacidad, mi personalidad; después del primer café, qué se yo, ¡todo! En ambos casos, lo que está en juego es su confianza. En ambos casos, para asesorarlos en sus negociaciones. Ambos por encargo de amigos muy cercanos. También ambos, por negocio. Una vez dado este paso - abrir la cuenta, serles empática -, el segundo es entenderles, el tercero, proponerles algo valioso; y de ahí en adelante, libre formato. Por eso digo que el de mañana, es un problema de horario, ...si no es que también lo es de vestuario. Estos primeros encuentros tienen mucho de teatrales, por eso hay que remontarlos rápido. ¹ Sin ojeras y bien despierta, como para no dormirme sobre las tazas (de café) ² Uno horrendo, como de parvulitos, que a petición expresa contiene hasta mis calificaciones en el jardín de niños
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