Me retracto. Dios sí tiene ombligo.
« Madre de los dioses, padre de los dioses, dios viejo, tendido en el ombligo de la tierra, metido en un encierro de turquesas, el que está en las aguas color de pájaro azul, el que está encerrado en nubes, el dios viejo que habita en las sombras de la región de los muertos, el señor del fuego y del año. » Códice Florentino, lib. VI f. 71v En el treceavo cielo habita Ometeotl, la Gran Dualidad: simultáneamente señor y señora de lo dual, Ometecuhtli y Omecihuatl; bien y mal, luz y oscuridad, creador y destructor de todo lo existente, principio vital. El dios viejo, padre y madre de los dioses, que no son sino desdoblamientos, múltiples manifestaciones y visiones del mismo Ser Único. Desde el treceavo cielo, tendido está Ometeotl - Ome, dos; Teotl, energía, lo maravilloso, dios - sobre el ombligo de fuego de la tierra. Trece cielos componen el firmamento para todos los herederos de la cultura de olmeca - mayas, teotihuacanos, toltecas, aztecas, zapotecas, mixtecas - y nueve son los pisos del inframundo; y en el nivel terrestre, el quincunce, formado por los cuatro rumbos del universo y un centro que los une y los proyecta o precipita. Dice Octavio Paz, « cuatro destinos, cuatro rostros, cuatro dioses, cuatro colores que confluyen en el ombligo de la tierra ». ¿El hombre? ¿Qué hombre no lo es?, me hace pensar Diana. Si así fuera, Ometeotl está tendido sobre el hombre, vinculando la esfera celeste con la tierra, ¿centro a centro? ¿Ombligo a ombligo? Si no, ¿qué caso tendría que Ometeotl yazga tendido? El ombligo para estas culturas, fue el punto central del cuerpo. Un punto tan importante como el eje cósmico para el universo. Se le consideró no sólo como el punto de distribución de los conductos del cuerpo y vía de entrada al organismo para los medicamentos, sino también como el lugar donde la voluntad se conecta con el mundo externo (el chakra de la voluntad, dirían los orientales) y cosmogónicamente, como el punto divisorio entre el cielo y la tierra. Así cada hombre repite en sí mismo la historia de la creación, aquella de la diosa dividida en cielo y tierra. Por cierto, ¿cuántas esferas contó Dante?
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