Asakhira
Explorando territorios Patricia @révalo
Vamos siendo nuestra propia isla,
arriesgando leyendas
sobre los límites del mundo ...
                           Teresa Melo, Cuba


7.6.05  :: 18:52

Los Signos en Rotación.


Ser uno mismo es condenarse a la mutilación, pues el hombre es apetito perpetuo de ser otro (..)

El hombre es lo inacabado, aunque sea cabal en su misma inconclusión; y por eso hace poemas, imágenes en las que se realiza y se acaba sin acabarse del todo nunca. El mismo es un poema: es el ser siempre en perpetua posibilidad de ser completamente y cumpliéndose así en su no-acabamiento. Pero nuestra situación histórica se caracteriza por el demasiado tarde y el muy pronto. Demasiado tarde: en la luz indecisa, los dioses ya desaparecidos, hundidos sus cuerpos radiantes en el horizonte que devora todas las mitologías pasadas; muy pronto: el ser, la experiencia central de su verdadera presencia. Andamos perdidos entre las cosas, nuestros pensamientos son circulares y percibimos apenas algo que emerge, sin nombre todavía.

La experiencia de la otredad abarca las dos notas extremas de un ritmo de separación y reunión, presente en todas las manifestaciones del ser, desde las físicas hasta las biológicas. En el hombre ese ritmo se expresa como caída, sentirse solo en un mundo extraño, y como reunión, acorde con la totalidad. Todos los hombres, sin excepción, por un instante, hemos entrevisto la experiencia de la separación y de la reunión. El día en que de verdad estuvimos enamorados y supimos que ese instante era para siempre; cuando caímos en el sinfín de nosotros mismos y el tiempo abrió sus entrañas y nos contemplamos como un rostro que se desvanece y una palabra que se anula; la tarde en que vimos el árbol aquel en medio del campo y adivinamos, aunque ya no lo recordemos, qué decían las hojas, la vibración del cielo, la reverberación del muro blanco golpeado por la luz última; una mañana, tirados en la yerba, oyendo la vida secreta de las plantas; o de noche, frente al agua entre las rocas altas. Solos o acompañados hemos visto al Ser y el Ser nos ha visto. ¿Es la otra vida? Es la verdadera vida, la vida de todos los días. Sobre la otra que nos prometen las religiones, nada podemos decir con certeza. Parece demasiada vanidad y engolosinamiento con nuestro propio yo pensar en la supervivencia; pero reducir toda existencia al modelo humano y terrestre revela cierta falta de imaginación ante las posibilidades del ser. Debe haber otras formas de ser y quizá morir sólo sea un tránsito. Dudo que ese tránsito pueda ser sinónimo de salvación o perdición personal. En cualquier caso, aspiro al ser, al ser que cambia, no a la salvación del yo. No me preocupa la otra vida allá sino aquí. La experiencia de la otredad es, aquí mismo, la otra vida. La poesía no se propone consolar al hombre de la muerte sino vislumbrar que vida y muerte son inseparables: son la totalidad. Recuperar la vida concreta significa reunir la pareja vida-muerte, reconquistar lo uno en lo otro, el tú en el yo, y así descubrir la figura del mundo en la dispersión de sus fragmentos.

Octavio Paz
Signos en Rotación

Yo, la verdad, siempre fui más de Elena Garro, la figura que se convirtió, en palabras de Elena Poniatowska, « en una larga recriminación en contra de Octavio Paz, el verdugo, el acusador, el poderoso, el Augusto que todo lo puede frente a una criatura inerme e inocente de rubia cabellera (ella misma) », por eso siempre le leí a él con reservas, suponiendo que no era un hombre sensible. Pero nunca es tarde para cambiar de opinión.

Estos textos de Paz, donde discurre sobre poesía, al igual que su repetido e infinito poema, Piedra de Sol - frase circular donde transita entre los estados union/desunión, guerra/reconciliación, memoria/olvido, soledad/desolación; donde entrevera el ciclo mítico con el tiempo occidental, donde hace incluso mención a su propia historia, a Elena Garro y a cómo los dos hacen de nuevo nacer el mundo en un acto de amor en medio de un bombardeo en Madrid durante la Guerra Civil en 1937 -, me provocan un gran entusiasmo, pues veo como también entrevera con sensibilidad y lucidez, el racionalismo con una profunda espiritualidad.

La suya no es religiosidad, sino una visión mística del mundo, como dando contestación a aquello que se plantea, « ¿dónde está la realidad real? ¿Cómo salir de la historia y de su tiempo asesino? ¿Cómo salir del mito y de su tiempo fantasmal? » (Octavio Paz Por Él Mismo (1954-1964)). Una mística primigenia de unión con el Todo, con el Ser, el sitio donde hallar paz: la contemplación, la experiencia estética y el amor como la posibilidad de crear un instante pleno y eterno en el que el sujeto conciente se percibe a sí mismo ante el devenir histórico mientras contempla con reverencia y entendimiento el mundo que le rodea - redenciones y caídas, nacimientos y muertes, negaciones y afirmaciones -, hasta perder el nombre y la medida mientras el mundo se borra, confiado en que al alba vendrá la resurrección.

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