Creatividad

Dícese que la necesidad es la madre de la creatividad. Poco se habla del padre y es que se sospecha de muchos.

Por una parte, está la capacidad de hallar analogías entre lo que hay por resolver y lo conocido o bien para rechazar precisamente dichos esquemas y buscar una perspectiva original; por otra, la capacidad de hacer.

En la primera se congregan un conjunto de actitudes del individuo entre las que se hallan la curiosidad, la sensibilidad, la inteligencia, la libertad, la independencia y la condescendencia. En la segunda, sus aptitudes: capacidad de elaborar, destreza, versatilidad e inventiva. Puestos juntos todos estos ingredientes en mayor o menor medida, algún grado de creatividad se tiene.

Si la fórmula no resulta o no es suficiente, hay que ver primero si se ha puesto suficiente de todo lo anterior, y después que no haya bloqueos que obstaculicen su flujo y que las más de las veces tienen más que ver con el qué hacer que con el cómo hacer.

El primer tipo de bloqueos - dicen los especialistas - es el de percepción, el del bosque y el árbol. O bien por ver el árbol, no se ve el bosque; o por ver el bosque no se ve al árbol: el individuo es incapaz de aislar el problema y sacarlo de contexto, o el individuo sencillamente no tiene visión del contexto.

El segundo tipo son los bloqueos emocionales. La inseguridad y el temor a equivocarse provocan que uno se aparte de sí mismo y se aferre a los referentes que posee.

El tercero son los del tipo sociocultural. Por un lado la sobrevaloración de lo racional sobre lo intuitivo; por otra parte, la sobrevaloración de la competencia y de la cooperación sobre el desarrollo individual.

Alejarse, tomar distancia, parece ser la mejor forma de evitar en todo caso las fronteras impuestas a la creatividad.

Finalmente y por principio, hay dos elementos más determinantes a este proceso de crear. Tener la necesidad que es la madre y la voluntad que es el acto de amor.